lunes, 30 de julio de 2007

Más dinero para gastar


Lo que sucede con la obra del canal de la urbanización Santa Cruz no es cosa de juegos. Están alejados de la realidad aquellos que piensan que se trata simplemente de una obra inconclusa a la que habrá que inyectarle más dinero para que pueda ser finalizada. Esa es una visión miope de la realidad.

En las últimas semanas hemos observado el reclamo de los contralores sociales de Santa Cruz, quienes precisamente haciendo uso de un derecho y cumpliendo con las directrices emanadas por el presidente Hugo Chávez han hecho señalamientos contundentes de los trabajos que se vienen realizando.

Mala ejecución de la obra, agotamiento del presupuesto, contratación inapropiada, son algunas de las acusaciones hechas por los dirigentes vecinales que decidieron conformar comisiones de trabajo para vigilar permanentemente la zona de trabajo e impedir que por cualquier motivo retiren las maquinarias del canal sin haber concluido los trabajos.

La respuesta ofrecida al cuestionamiento vecinal la pudiéramos calificar como tradicional, pero tradicional como en la cuarta república. Los denunciantes fueron descalificados política y personalmente y las denuncias no han sido aclaradas sino que se ha tratado de desvirtuar los señalamientos con argumentos falaces. Lo más contundente de la respuesta oficial ha sido la decisión de aportar más dinero al presupuesto “para que se puede culminar la obra que no está inconclusa”, dijo el alcalde Ramos.

Hasta aquí todo iría bien. Le correspondería entonces a los contralores sociales y a todos los dirigentes vecinales de la urbanización Santa Cruz estar vigilantes al reinicio de los trabajos y velar porque se ejecuten correctamente y en los lapsos previstos para ello, aunque ya han sobrepasado ampliamente los cuatro meses ofrecidos para disfrutar de una nueva visión del canal.

Sin embargo, se pretende esconder una realidad que es más grave que la no culminación de esos trabajos. Una verdad que es mucho más volátil y que perjudica o perjudicará, Dios no lo quiera, a un sector mayor de la población.

Por distintas vías hemos sabido que de acuerdo a un estudio técnico realizado por un grupo de ingenieros de esta localidad, a instancias del Colegio de Ingenieros de Puerto Cabello, en la zona de influencia del canal de Santa Cruz revela que hay una potencial amenaza de derrumbe de la vía principal de esa urbanización, lo que dejaría prácticamente incomunicada no sólo a esa zona sino al pueblo de Goaigoaza y se eliminaría la interconexión con sectores de la parroquia Juan José Flores.

Según esa investigación técnica, el principal problema, obstáculo o inconveniente que debe superar el canal de Santa Cruz es la filtración de aguas negras que se produce subterráneamente a uno de sus lados. Al parecer, eso se debe a que el sistema de cloacas colapsó y se mantienen una permanente filtración en el terreno que provoca el ablandamiento de la tierra y que ésta vaya cediendo.

Las primeras muestras de ese problema han sido los descalabros de los concretos de la canalización antigua y actual, según el estudio. Pero la gravedad no se queda en el canal. Sostienen los expertos que las evaluaciones hechas indican que la tierra que está debajo de la vía principal “se está carcomiendo” y sobre ella pesa el riesgo del derrumbe, lo que ocasionaría daños incalculables.

Esa amenaza es conocida por las autoridades gubernamentales locales porque también han tenido acceso a los estudios que realiza el Colegio de Ingenieros, pero hasta ahora el silencio ha sido sepulcral, solamente se preocupan por buscar más dinero para incrementar el presupuesto de la actual reconstrucción del canal y quitarse esa raya de encima.

La visión gubernamental de ese problema es incorrecta. Primero deben solventar integralmente la crisis del sistema de cloacas, luego del terreno de toda la zona y posteriormente resolver la situación de la reconstrucción del canal, no como lo pretenden hacer: terminar el canal y luego sentarse a esperar que se caiga la vía principal, se dañe nuevamente el canal, haya otros daños mayores, para volver a ejecutar la obra, ahora con más dinero y amparado en una situación de emergencia.

Pensar de esa manera (calculadora) no es actuar éticamente, lo que sí evidencia es que existe la intención de atacar los problemas sin solventar las verdaderas causas (puro maquillaje). Prefieren bajar la fiebre sin importarles las causas de la afección. Prefieren gastar más que invertir correctamente. Se inclinan por creer que el pueblo es pendejo que sentarse concienzudamente a analizar la situación y buscar soluciones integrales. No olviden, señores, que hacerlo hoy igualmente reporta buscar más dinero para gastar.

Pocas palabras

Desconcertante, por no decir otro calificativo, resultaron las declaraciones que diera el director del Ipapc, Fernando Rodríguez, con relación al tema de las continuas y asfixiantes colas que se forman en la autopista La Sorpresa-Muelles como consecuencia de las exigencias de documentos que hacen en la alcabala principal del instituto portuario al transporte de carga pesada.
Es obvio que es un derecho y un deber de las autoridades portuarias exigir los documentos que consideren pertinentes, necesarios u obligantes para que las gandolas tengan acceso a la zona primaria para cargar y posteriormente transportar mercancías a otros lugares del país, principalmente.
Hasta ahora no se han escuchado voces que planteen la posibilidad de disminuir las exigencias o de desaplicar procedimientos, por parte del Ipapc, en contribución a la anhelada desaparición de las interminables y agotadoras colas que no solo colapsan el centro de la ciudad sino que impiden cualquier traslado que se pretenda hacer hacia el centro o desde el centro a Dianca, Ince, Unefa, Borburata, Base Naval, Hospital Naval, lo que dejaron de Quizandal, Pequiven, Gañango o Patanemo.
Cuando se han hecho llamados de atención, por cualquier medio de comunicación social o de vida voz en las calles de Puerto Cabello, siempre se dice que se hace necesario tomar las medidas preventivas o los correctivos pertinentes para minimizar los efectos de las exigencias portuarias, jamás de ha dicho “dejen entrar a todo el mundo”.
Traigo esto a colación porque escuchar de un alto funcionario público a quien le compete el tema, como lo es Rodríguez, que se continuarán aplicando las medidas de control para entrar a la zona portuaria es natural, lo ilógico es que al momento de ser interrogado acerca de la continuación de las colas o de la posibilidad de cierre de las vías por parte de los conductores de los pesados vehículos haya respondido con el argumento de que ese problema no es del Ipapc.
Con todo respeto capitán Rodríguez es propicia la ocasión para recordarle que si los porteños actuamos de acuerdo a sus apreciaciones lo que no es nuestro problema es la manera como el Ipapc tiene que resolver el acceso a sus zonas. Los habitantes de esta tierra no estamos obligados a “calarnos” las colas que se formas solamente de lunes a jueves por exigencia de documentos en la alcabala principal por que los viernes parece que todo el mundo está legal o se quieren ir de descanso muy temprano porque ese día no se forman colas.
Quienes aquí vivimos no tenemos la obligación de aceptar cuanto atropello se le venga a gana, por parte de los gandoleros, por las bondades que ha mostrado el Ipapc en materia de ubicación de almacenadoras, control de seguridad física en las gandolas que transportan granos que dejan sucias y pestilentes toda la autopista.
Como buena empresa pública el Ipapc no puede olvidar que es su deber, en primer lugar, disponer de espacio para el estacionamiento de las gandolas que acuden a sus instalaciones.
En segundo lugar, y de mayor importancia, es la responsabilidad social que tiene el Ipapc con sus trabajadores. El instituto portuario no puede escurrir el bulto ni pretender taparse los ojos para no ver lo que ocurre a su alrededor, menos cuando las calamidades son de su autoría. Hay una máxima gerencial que establece que “No puede existir una empresa sana en un entorno enfermo”. A buen entendedor pocas palabras.

lunes, 9 de julio de 2007

Moral es lo primero

En días pasados extrañamente apareció en el tapete una nueva disputa entre los niveles de gobierno regional y municipal que deja claramente establecido que las cosas no andan muy claras, en cuanto a la administración y uso de los recursos económicos que han sido asignados a esos dos niveles para que satisfagan las necesidades del pueblo porteño.

Nuevamente el caso de las viviendas que se construyen en los terrenos cercanos a la Boca de Lobo fue el centro de la disputa entre autoridades de Valencia y Puerto Cabello, aunque con menos intensidad por parte de quienes trabajan en Capitolio, por algo será.

Por boca del alcalde conocimos que el proyecto original para la edificación de esas soluciones habitacionales supuestamente fue modificado o transformado por los representantes del Instituto de la Vivienda del Estado Carabobo (IVEC), sin la previa aprobación de la alcaldía porteña, ente que tiene una buena tajada de dinero invertido en esas construcciones y canceló la elaboración del proyecto.

Es muy bueno que el mandatario local esté pendiente del destino que se le da a los recursos que puso el gobierno porteño para la construcción de esas viviendas, pero considero que el tema de la modificación del proyecto, aunque Ramos dice que puede producir responsabilidades, es banal ante la cantidad de problemas que azotan a Puerto Cabello.

Veamos dos aspectos básicos antes de continuar el comentario: Esos apartamentos que construye el gobierno regional y que fueron ofrecidos por Acosta Carles principalmente a las familias que quedaron sin viviendas luego de las vaguadas. El dinero que destinó al alcaldía para esas viviendas fue producto de uno de los traspaso que hicieron del 12.5% de los ingresos brutos del Ipapc al gobierno municipal.

Siendo así: ¿Qué le importa a las familias que quedaron sin viviendas que el proyecto haya sido modificado, si sus deseos son tener un techo propio para vivir? ¿Cuál es la importancia de sacar a relucir a estas alturas la modificación del proyecto, si lo que se quiere es construir viviendas? ¿Cree posible, señor alcalde, que las familias que serán beneficiadas con los apartamentos no los acepten porque modificaron el proyecto? ¿Acaso el municipio pretende paralizar la única construcción de viviendas que ha habido en Puerto Cabello en los últimos años? ¿El gobierno municipal está en capacidad de decirle a las víctimas de las vaguadas: no acepten esos apartamentos, vénganse a estas cómodas casas que nosotros estamos construyendo? ¿El gobierno local jamás ha modificado un proyecto?

Por otro lado, si la preocupación es el destino del dinero que les transfirió el Ipapc, muy bien pero hay más preguntas: ¿Estuvo el municipio pendiente de ese dinero, luego de transferirlo a la gobernación? ¿Es correcto o incorrecto el uso que le han dado a esos recursos? ¿En el fondo estaba de acuerdo el gobierno municipal en darle ese dinero a la gobernación para construir apartamentos?

Es bueno que la alcaldía exija cuentas del uso y destino que le dan a los recursos que la habían sido asignados, pero ¿Acaso Fonporis, ente creado para administrar el dinero que transfería el Ipapc, presentó cuentas claras al pueblo del paradero del dinero que les transfirieron? ¿En qué sitio fue esa presentación de cuentas de Fonporis que le permite sentarse frente a frente con otro nivel de gobierno a pedir cuentas? ¿Es Fonporis el ente más puro y honesto de la administración pública nacional, regional y local, y por ello se digna a exigir explicaciones, olvidando que también debe darlas?

Todos sabemos las respuestas a esas interrogantes, así como sabemos que en el desaparecido artículo 51 de la Ley General de Puertos, el mismo que ordenaba la transferencia de fondos del Ipapc al municipio, estaba claramente establecido que el destino de esos recursos era para el mejoramiento de la infraestructura y servicios públicos del municipio. El día que Fonporis presente cuentas claras, sin maquillajes, sabremos si cumplieron totalmente con esa normativa.

Imagino que reaparecerán las “viudas trasnochadas y encopetadas” a decir que estoy defendiendo a la gobernación, no se trata de eso. Es más importante darle una casa a quien la necesita que andar peleando porque cambiaron el proyecto, y además, hay que tener moral para reclamar.

lunes, 2 de julio de 2007

Son unos fracasados

Desde hace varios años muchas personas han reclamado, incluyéndome, la necesaria culminación de los trabajos en el tan nombrado Mercado de Buhoneros La Noria. En distintos tiempos cualquiera que ha emitido opinión al respecto ha sido catalogado como enemigo de los gobernantes, o de la clase política que gobierna, simplemente por decir que debe buscársele solución al problema de la toma de las calles por parte de los comerciantes informales.

Todos los epítetos que han sido lanzados vorazmente contra quienes han levantado las banderas del reclamo por el caso La Noria cayeron al vacío con el reinicio de los trabajos de construcción de lo que es una promesa de solución al grave problema de salubridad y condiciones de trabajo de los buhoneros.

Digo que los insultos cayeron al vacío porque si no es importante la construcción de una infraestructura que albergue a toda esa legión de padres y madres de familia que día a día salen a calle en busca del sustento, el gobierno municipal no hubiese hecho el intento y ahora el esfuerzo por culminar una sede que debió haber estado lista hace varios años.

No se trata ahora, en este momento, de buscar culpables o asignar responsabilidades acerca de la paralización de los trabajos o por el desvalijamiento de la estructura, por el contrario celebramos el reinicio de las operaciones pero con la advertencia de que más temprano que tarde se tendrá que rendir cuentas, y claras, del uso que se le ha dado al dinero del pueblo. No partimos de la sospecha de corrupción o robo, sino que por el bien de todos las cuentas deben quedar bien claras y a ello se llega solamente por intermedio de la explicación del destino y las verdades de esos recursos.

Sin embargo, es propicia la ocasión para que nos formulemos una interrogante que nos haga reflexionar ¿El Mercado La Noria es la verdadera solución al problema de la buhonería o solamente es un paño de agua tibia?

Si lo analizamos desde el punto de vista de la carencia de una infraestructura que sirva de asiento o cobijo para los comerciantes informales, en la que tengan servicios públicos garantizados, buenas condiciones de vida y trabajo, atención médica, seguridad personal y un sitio para guardar sus mercancías, sin duda que la construcción de un mercado es lo más viable para garantizarles los derechos que consagra la Constitución Nacional, sobre todo al momento de ser desalojados de las calles que tanto reclaman comerciantes formales, vecinos, transeúntes y conductores.

Pero, ¿estamos seguros de que todos los comerciantes se mudarán al nuevo mercado? ¿las nuevas instalaciones satisfarán las expectativas de los buhoneros? ¿se acabará el comercio informal en las calles?

Imagino que las respuestas a todas estas interrogantes deben rondar y retumbar en las mentes de los planificadores, altos funcionarios y gobernantes, porque deben ya estar fijadas estrategias para frenar el crecimiento de la economía informal, para crear nuevos puestos de trabajo, fortalecer el aparato productivo, otorgar mayores beneficios y atractivos a los grandes inversionistas para que se establezcan en Puerto Cabello y así contribuyan al combate del desempleo, y también deben haber pensado en facilitar el otorgamiento de créditos y microcréditos para que los buhoneros dejen la informalidad y pasen a ser pequeños comerciantes informales que paguen al municipio el impuestos debido por los servicios que se prestan.

Los gobernantes no deben estar pensando en salidas eventuales, soluciones parciales ni pañitos calientes, por el contrario deben emprender estrategias válidas, eficientes y efectivas para combatir los males que azotan a las comunidades, el desempleo es uno de ellos y es el nervio motor de la ampliación de los niveles de buhonería. Si no lo ven así, si no piensan en grande, si no buscan soluciones integrales y definitivas, si no ven más allá de sus narices son unos fracasados.
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