lunes, 26 de marzo de 2007

Ciudad SIN LEY

Muy a pesar de los esfuerzos que puedan realizarse por tratar de lograr un municipio con mayor y mejor calidad de vida, todas esas iniciativas se desinflan apenas se voltea la mirada y de constata que realmente vivimos en una ciudad en la que no se respetan las normas establecidas para la convivencia, ni se respetan los derechos de los demás, ni se hace nada por hacer valer el imperio de la Ley. En resumen: vivimos en una ciudad sin ley. Veamos:
Varios sectores de la ciudad, principalmente los alrededores de la estación de servicios Miranda, la calle Puerto Cabello y en la vía a las playas frente al Ipapc, han sido convertidas en estacionamientos y talleres al aire libre para gandolas. A cualquier hora del día se puede observar un sinnúmero de vehículos de carga pesada atravesados en la vía como les da la gana a sus conductores, apenas dejando pocos metros para que otro vehículo pase cuando ellos quieran. En esa misma zona existen dos estacionamientos privados y cuando van a ingresar o salir esos pesados vehículos el tránsito se paraliza mientras duran las maniobras de las dos, tres y hasta cuatro gandolas.
Otro caos se genera con la entrada o salida de esas gandolas del Ipapc. Para entrar ya se ha hecho costumbre las kilométricas colas que se forman cerca del distribuidor El Cangrejo provocadas por dos causas: los controles de acceso al instituto portuario y la voluntad de los gandoleros de tomarse toda la vía para ellos, sin importarles el trabajo, estudio o necesidad de los demás.
La salida es peor. Se atraviesan en la vía para conversar con los otros choferes o para que pase otra gandola, se estacionan sobre el área de circulación de vehículos y los que cargan a granel “dan la vuelta en U” para irse del Ipapc a Ocamar también sin importarles los demás.
Si algún conductor de automóvil logra sortear esas “pequeñas” barreras deberá enfrentarse entonces a la gran velocidad con la que corren esas máquinas que van sembrando el terror a su paso. Esta misma situación de peligro la ocasionan los llamados “caravaneros” quienes con el apetito económico pasan por las vías como “ánima que lleva el diablo”, por cualquier espacio se atraviesan algunas veces con saldo lamentable.
Hay una situación también peligrosa que se presenta al término del distribuidor El Cangrejo, precisamente al lado de la Escuela de Molinería. Las actividades de la una empresa almacenadora que con todo su derecho ejerce libremente su comercio, pero en perjuicio de los porteños. Sus alrededores también se han convertido en un estacionamiento de gandolas, pero lo más grave es la continua entrada y salida de esos vehículos que ponen en riesgo la vida de todos quienes circulan por esa arteria vial, pues a cada rato te encuentras con una gandola atravesada, saliendo o entrando, que te obliga a parar el automóvil. Entendemos su derecho al trabajo pero nuestros derechos no fueron tomados en cuenta a la hora de extender sus permisos.
Lo que pasa con los corredores viales no tiene nombre. Ya se ha convertido en una grosería la cola que se forma en el área del Centro Comercial Plaza, a toda hora, todo tipo de vehículo, que la hace interminable y cansona. Da dolor tener que pasar por esa zona, por necesidad, por razones de trabajo o estudio. Si tienes una cita y tienes que pasar por allí es mejor salir de casa dos horas antes cuando menos.
Al incumplimiento del corredor vial se le suma las ocurrencias de los taxistas y los conductores de busetas que continúan irrespetando los sitios identificados como paradas y se detienen cada tres metros incluso para tomar pasajeros, atravesándose en la vía, no hace falta describir o mencionar una calle en particular porque TODAS han sido tomadas por esos conductores.
El poco espacio de esta columna no nos permite seguir relacionando la aberraciones que ocurren en nuestro Puerto Cabello, pero los invito amigos lectores a que por unos minutos vean lo que ocurre a nuestro alrededor y seguro que encontrarán más violaciones a las normas, siempre en perjuicio del transeúnte, del que anda a pie, del que menos tiene.
Aunque la mayoría de los casos que hoy presento tienen como común denominador el tránsito, cualquier autoridad tiene la obligación de hacer valer los derechos de todos quienes habitamos en esta tierra, así no sea materia de su competencia. Sobretodo porque hay muchos casos en que se debe revisar la permisología y en otros exigirla para el debido funcionamiento. No valen las excusas.
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