lunes, 27 de abril de 2009

Sangre fría para pensar


Durante las últimas semanas se han sucedido en el país una serie de hechos y actuaciones que sin duda tienen la única intención de provocar un movimiento “en falso” de la oposición, para justificar la toma de decisiones tendentes a justificar los efectos de la situación económica nacional y el recorte presupuestario que han sufrido las alcaldías y gobernaciones.

El cerco que se ha hecho a Antonio Ledezma; la amenaza latente de desproclamación que tiene sobre sí el gobernador Pérez Vivas; el despojo de puertos, aeropuertos y autopistas a los gobernadores Salas Feo y Morel Rodríguez; el boicot a la gestión de Capriles Radonski; la persecución a Manuel Rosales; la asfixia presupuestaria a las universidades; las intervenciones de tierras; las nuevas leyes de Ordenación Territorial y de Propiedad; la detención de Baduel; el ataque a los medios de comunicación, entre otros actos, se unen a las inhabilitaciones a Leopoldo López, Enrique Mendoza, y son acciones que responden a la estrategia de aceleración de escenarios diseñados por el alto gobierno como “terrenos movedizos” en los que otras veces la oposición ha quedado atrapada.

Es reiterativo escuchar en un sector de la ciudadanía que se sienten asfixiados por esta acción gubernamental, incluso hay casos de cuestionamiento a la dirigencia política por no tener una posición contundente, con acciones ejemplarizantes, para enfrentar esta arremetida oficial. Pero, eso es precisamente lo que están buscando y provocando los ideólogos y ejecutantes de esos cercos.

Cuánto daría el gobierno porque la población se eche a las calles a protestar contra la centralización de competencias, que se lleven a cabo cualquier cantidad de marchas y contra marchas. Al oficialismo le caería como anillo al dedo que todos los líderes de la oposición, todos los gobernantes que les son adversos, los dirigentes sociales, se le planten al frente para ir a una confrontación gobierno-oposición, eso es lo que se está buscando. ¿Para qué? Para ganar su pelea, para decir que buscan desestabilizar al gobierno, que se quiere proteger y privilegiar la corrupción, que quieren defender a los terratenientes, a los opresores del pueblo, a los acaparadores, a los hambreadores, a cualquiera otra etiqueta menos a los “pitiyanquis” porque ya no existe ese término que se empleó para descalificar a quienes le daban la mano o abrazaban al imperio norteamericano.

Cualquiera de esos escenarios, o todos juntos, es lo que el oficialismo desea se presenten en el país y que se desaten hechos de violencia que justifiquen medidas represivas “para rescatar el orden y el hilo constitucional”; además, la adopción de esas medidas ante cualquiera de esos escenarios de conflicto servirían para maquillar los efectos de la crisis en la economía y el incumplimiento de las promesas electorales de sus gobernadores y alcaldes como consecuencia de los retazos en que quedaron los presupuestos de esas instancias.

Pero hay algo que no se puede ocultar: el gobierno lo hace porque sabe que hay personas en la oposición que le han seguido el juego, que han pisado sus trampas y que incluso por debajo de la mesa llegan a acuerdos con el gobierno. Y como el Presidente lo sabe y los conoce, provoca los escenarios porque sabe que darán el paso.

Es cierto que lo que se están viviendo momentos y hechos asfixiantes, pero los líderes opositores deben tener suficiente sangre fría para levantar su voz de protesta ante las agresiones, denunciar el hostigamiento y la persecución, pero también sangre fría para saber hasta dónde pueden llegar y donde esta marcada la línea que no conviene pasar. Si no lo hacen, definitivamente le harán el mandado al gobierno.

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