lunes, 2 de julio de 2007

Son unos fracasados

Desde hace varios años muchas personas han reclamado, incluyéndome, la necesaria culminación de los trabajos en el tan nombrado Mercado de Buhoneros La Noria. En distintos tiempos cualquiera que ha emitido opinión al respecto ha sido catalogado como enemigo de los gobernantes, o de la clase política que gobierna, simplemente por decir que debe buscársele solución al problema de la toma de las calles por parte de los comerciantes informales.

Todos los epítetos que han sido lanzados vorazmente contra quienes han levantado las banderas del reclamo por el caso La Noria cayeron al vacío con el reinicio de los trabajos de construcción de lo que es una promesa de solución al grave problema de salubridad y condiciones de trabajo de los buhoneros.

Digo que los insultos cayeron al vacío porque si no es importante la construcción de una infraestructura que albergue a toda esa legión de padres y madres de familia que día a día salen a calle en busca del sustento, el gobierno municipal no hubiese hecho el intento y ahora el esfuerzo por culminar una sede que debió haber estado lista hace varios años.

No se trata ahora, en este momento, de buscar culpables o asignar responsabilidades acerca de la paralización de los trabajos o por el desvalijamiento de la estructura, por el contrario celebramos el reinicio de las operaciones pero con la advertencia de que más temprano que tarde se tendrá que rendir cuentas, y claras, del uso que se le ha dado al dinero del pueblo. No partimos de la sospecha de corrupción o robo, sino que por el bien de todos las cuentas deben quedar bien claras y a ello se llega solamente por intermedio de la explicación del destino y las verdades de esos recursos.

Sin embargo, es propicia la ocasión para que nos formulemos una interrogante que nos haga reflexionar ¿El Mercado La Noria es la verdadera solución al problema de la buhonería o solamente es un paño de agua tibia?

Si lo analizamos desde el punto de vista de la carencia de una infraestructura que sirva de asiento o cobijo para los comerciantes informales, en la que tengan servicios públicos garantizados, buenas condiciones de vida y trabajo, atención médica, seguridad personal y un sitio para guardar sus mercancías, sin duda que la construcción de un mercado es lo más viable para garantizarles los derechos que consagra la Constitución Nacional, sobre todo al momento de ser desalojados de las calles que tanto reclaman comerciantes formales, vecinos, transeúntes y conductores.

Pero, ¿estamos seguros de que todos los comerciantes se mudarán al nuevo mercado? ¿las nuevas instalaciones satisfarán las expectativas de los buhoneros? ¿se acabará el comercio informal en las calles?

Imagino que las respuestas a todas estas interrogantes deben rondar y retumbar en las mentes de los planificadores, altos funcionarios y gobernantes, porque deben ya estar fijadas estrategias para frenar el crecimiento de la economía informal, para crear nuevos puestos de trabajo, fortalecer el aparato productivo, otorgar mayores beneficios y atractivos a los grandes inversionistas para que se establezcan en Puerto Cabello y así contribuyan al combate del desempleo, y también deben haber pensado en facilitar el otorgamiento de créditos y microcréditos para que los buhoneros dejen la informalidad y pasen a ser pequeños comerciantes informales que paguen al municipio el impuestos debido por los servicios que se prestan.

Los gobernantes no deben estar pensando en salidas eventuales, soluciones parciales ni pañitos calientes, por el contrario deben emprender estrategias válidas, eficientes y efectivas para combatir los males que azotan a las comunidades, el desempleo es uno de ellos y es el nervio motor de la ampliación de los niveles de buhonería. Si no lo ven así, si no piensan en grande, si no buscan soluciones integrales y definitivas, si no ven más allá de sus narices son unos fracasados.
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