jueves, 4 de marzo de 2010

Ganar no es imposible

Mucho se ha hablado de la necesidad de rescatar la Asamblea Nacional y ponerla verdaderamente al servicio de la democracia. Sacarla de ese abismo en que cayó como consecuencia de la visión hegemónica que se quiere instaurar en este país. Salvarla de esas pretensiones de controlar todo desde un único escritorio, bolígrafo y pensamiento.

Venezuela necesita, y merece, un parlamento que esté acorde con las exigencias y avances del mundo moderno. Que debata temas transcendentes, contraste opiniones, acepte divergencias y promueva acuerdos y conciliaciones. Pero lo que más se necesita en una Asamblea Nacional que interprete el sentir de las comunidades y no una institución que cierre los ojos para no ver algunos problemas, mientras está solícita para complacer peticiones cuando ni siquiera han salido de la boca.

Por eso hemos dicho incontable veces que las elecciones del venidero 26 de septiembre son clave para el rescate de la democracia venezolana o para regresarla al rumbo de la libertad, con todos los errores que pueda tener, pero libertad al fin para opinar, ver, saber, conocer y contrastar.

Sin embargo, la tarea ciertamente es titánica porque habrá que enfrentar todo el aparataje de un gobierno que no se utiliza en solventar los problemas que más asfixian a los vecinos, como las fallas en el suministro de electricidad, falta de agua, malos servicios públicos, alto costo de la vida, inflación, desempleo, entre otros porque la lista es inmensa.

Pero ese mismo aparataje sí se utiliza para perseguir, descalificar, confrontar, con sólo propósito de asegurar la permanencia de un modelo que en 11 años no ha podido resolver los problemas del país. Como siempre, la culpa es del gobierno anterior… 11 años después?

La tarea para alcanzar la victoria en septiembre parte de dos acciones que todos debemos hacer: fomentar la participación de la población y convencer a la gente de la necesidad de un cambio.

Es vital que todos los venezolanos, todos, entiendan que es primordial la participación activa en el proceso eleccionario. Opinando, reflexionando, pensando su voto, contrastando la realidad de lo que tiene con lo que quiere, pero VOTANDO. Sin una masiva concurrencia de electores la minoría podrá imponerse y dar al traste con las aspiraciones de crecimiento, desarrollo y bienestar que todos queremos.

Por otro lado, la población tiene que comprender que se requiere un cambio de actitud para mejor. Que es mejor vivir en democracia, con todos sus errores y sus libertades, pero con pleno uso de su derecho a opinar, disentir, a hacer oír su voz, a reclamar y a escoger lo que quiere o más le guste. No es saludable un modelo que quiere imponerte lo que vas a ver, escuchar, leer o te condena si reclamas agua para tu barrio.

En estas dos tareas la pieza fundamental son los candidatos y sus organizaciones políticas. Quienes aspiren a representarnos en la Asamblea Nacional deben salir de la comodidad de sus oficinas y los medios de comunicación para adentrarse en los barrios, urbanizaciones y cuanto centro poblado haya. Pregonar el cambio es hablar cara a cara con los vecinos, convencerlos de la validez de lo que se está proponiendo. Acompañarlos en sus luchas, en sus reclamos, en sus propuestas de soluciones a sus problemas. La única forma de ganarle a la actual pretensión hegemónica es pateando las calles, llenándose de barro los zapatos. La tarea es difícil pero no es imposible.
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