lunes, 28 de mayo de 2007

El fracaso de los proyectos

Muchas personas se me han acercado para hacerme llegar su preocupación por algunos proyectos de obras, otros de servicios y otros tantos “de progreso”, que lamentablemente no han sido ejecutados en Puerto Cabello. También les causa malestar que muy pocos proyectos han comenzado a ser ejecutados pero lamentablemente se quedan en el aparato, como se dice en el argot popular.

La dinámica del proceso de la administración pública, a todo nivel, requiere que se dedique mucho tiempo a la planificación como una vía segura a encontrar soluciones a los tantos problemas que azotan a las comunidades. La tarea de “pensar en grande” se debe esencialmente a que cuando se va a acometer alguna obra o se va a iniciar la prestación de cualquier servicio, en este caso público, debe haberse sopesado todos los escenarios posibles que pudieran presentarse, para optimizar la intención del ente público y tener a la mano la mejor decisión para su implementación.

Sin embargo, es común observar que en muchos casos el proceso de planificación se ve infectado por los intereses y apetencias personales que dan al traste de algunas de las etapas que deben cumplirse, lo que se traduce lamentablemente en perjuicio paras las comunidades que inocentemente creyeron en sus “cantos de sirena” como soluciones.

Son muchas las ocasiones en que los anteproyectos, o los mismos proyectos, responden a la intención de la persona que los ideó sin tomar en cuenta las realidades o las necesidades de la población. Es bueno aclarar que aunque por mandato constitucional y legal toda planificación debe ser consultada con los potenciales beneficiarios, pero tristemente algunos personeros se establecen primero sus apetencias y las traducen en posibles temas o soluciones que luego son presentadas de manera soterrada para la aprobación de los incautos que luego de presentar sus puntos de vistas en mesas de trabajo interminables, se dan cuenta que sus opiniones quedaron relegadas a los últimos puestos de la lista de prioridades. Esta trampa ocasiona inexorablemente el desapego de las comunidades con los trabajos que vayan a iniciarse pues no se sienten representados ni compenetrados con el proyecto en cuestión por haber sido concebido por una mentalidad divorciada de sus realidades.

Otro error que se comete, y en mayor volumen, es en el proceso de ejecución de los proyectos. En primer lugar, si se trata de una obra siempre está latente la ambición de los contratistas que anteponen sus apetencias económicas al compromiso social de solventar el problema que se ataca con ese proyecto. Los casos más comunes los vemos en la utilización de materiales de baja o mala calidad con la mirada puesta en elevar los niveles de ganancias, sin importar que a los pocos días los trabajos queden completamente destruidos. Igualmente se presentan casos en los que el transcurrir del tiempo se consume todo el dinero que ha sido presupuestado y la obra queda inconclusa por lo que toman la vía más fácil: inventar “etapas” para inyectarle más presupuesto. La inmensa mayoría de las veces las verdaderas justificaciones de esa solicitud de nuevos recursos económicos es el gran interés de desangrar el erario público.

En ambos casos el elemento de la corrupción está presente de manera relevante. En primer término porque se piensa la realización de un trabajo para enriquecer las cuentas bancarias de alguien y se comienza un supuesto trabajo de planificación, por consulta pública, que no es más que la máscara que se emplea para avalar las ideas de ese voraz funcionario, y en el segundo caso porque se buscan todos los subterfugios posibles para crear en una obra tantas etapas como dinero deseen.

Pero el verdadero común denominador de todas esas “trampas” es la incapacidad. Incapacidad de algunos funcionarios ejecutar los proyectos que él mismo impulsó, sea porque no es planificador, como se hace llamar, sino que se dedica a robar las ideas de otros para hacerse una supuesta plataforma pero que a la hora de demostrar sus cualidades profesionales se queda mirando al cielo y se esconde porque no acepta su realidad. Incapacidad para aceptar que sus supuestas ideas no son las únicas que existen en la tierra, ni tampoco es el único que puede llevar adelante una tarea. Incapacidad para ejecutar correctamente la etapa de control del proyecto por dos sencillas razones: Porque el proyecto no es propio sino que se lo robó a otra persona y por eso no sabe cómo ejecutarlo, y en segundo lugar porque cuando está empezando a entenderlo le estampa el sello de la corrupción por todos lados. ¿Sabe usted, amigo lector, cuántos proyectos fantasiosos no llegan a ejecutarse porque son una vil mentira o porque están impregnados de corrupción?

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