martes, 20 de julio de 2010

La realidad en un espejo

Es común que cada persona se mire en un espejo para afinar algunos atributos de su personalidad. También es usado muchas veces como herramienta de trabajo para alcanzar ver algunos rincones a los que no llega la puntería de nuestros ojos. Es indudable que el espejo refleja una realidad, la misma que en contadas ocasiones nos negamos a aceptar y por eso no nos vemos en el espejo.

Ese “elemento decorativo” ha sido testigo silente de muchos estados de ánimo, al igual que ha servido de aliado, incluso a la hora de salvar vidas. Asimismo es utilizado en los vehículos y motocicletas para orientar a los pilotos acerca de la proximidad de otras máquinas y del momento oportuno para tomar otra dirección.

La realidad política y socioeconómica que vive el país en la actualidad y la proximidad del proceso eleccionario para la Asamblea Nacional hace propicio el empleo de un espejo para que cada uno de los venezolanos reflexione y asuma una posición de acuerdo a lo que dicte su conciencia. Lo que más importa es la participación.

Todos los estudios de opinión y encuestas que circulan por el país reflejan que los sectores oficialismo y oposición están contabilizados en dos bloques casi homogéneos, mientras existe una amplísima opción –que ronda el 48%- que aún no define por quién votará. Precisamente, ese es voto el que decidirá la conformación de la nueva Asamblea Nacional, y no sólo eso, sino que será quien defina el rumbo que tomará Venezuela en los próximos 15 o 20 años.

Ese bloque llamado “ni-ni” mayormente existe por no tener un elemento de motivación que los lleve a asumir una posición de sufragio. Me atrevo a decir que sí tienen una posición política porque en el ambiente radical que sabemos que existe es claro que no votarán por el oficialismo. Queda entonces la tarea de captar ese caudal de votos por intermedio del mensaje. Veamos.

Hagamos un ejercicio tomando como ejemplo el espejo. Cada uno de los venezolanos, en el lugar que quiera o se sienta más cómodo, toma un espejo, ve la realidad que lo rodea: malos servicios públicos, apagones a cualquier hora del día, mal funcionamiento del alumbrado público, inseguridad desbordada, escasez de alimentos, desempleo, inflación galopante, enfrentamientos y odio a los demás, calles en mal estado, gobernantes sin presupuestos, denuncias de corrupción, ineficiencia y dejadez en la distribución de alimentos importados, expropiaciones y desalojos forzados, y un sinfín de problemas que lo asfixian a diario. Tras listar fríamente las penurias que atraviesa el común de los venezolanos es prudente hacerse la pregunta ¿realmente estoy satisfecho y quiero un país como el actual?.

Estoy seguro que ese no es el país que queremos los venezolanos, sobretodo porque nos caracteriza las ganas de trabajar, progresar y tener nuestras comodidades, cada quien a su alcance pero, lo que es seguro es que a cada uno nos gusta vivir bien. Darle buena educación a nuestros hijos, tener una vivienda digna y nuestra, son parte de nuestras aspiraciones más corrientes.

De ese contraste, entre la realidad y nuestros anhelos, inexorablemente saldrá una decisión de cambio. Cambiar para progresar, para tener paz, para compartir con la familia, amigos y vecinos. Y ese cambio comienza con la elección de una Asamblea Nacional que verdaderamente asuma sus competencias constitucionales. No es pecado controlar, fiscalizar y supervisar una gestión de gobierno. Hace las observaciones y alertas oportunas es más valioso que aplaudir. La realidad del país está en el espejo.
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