lunes, 3 de septiembre de 2007

El miedo es libre


De nuevo el temor invadió a diversos sectores del municipio como producto de las lluvias que en las últimas semanas han caído sobre nuestro municipio. El miedo popular se debe a la amenaza latente de ser víctimas no solo de los aguaceros sino de las inundaciones que se producen en varias zonas de esta ciudad.
La urbanización Rancho Grande y las áreas adyacentes son el ejemplo más palpable de la improvisación y el olvido en que hemos caído los porteños por parte de las autoridades gubernamentales a quienes les compete la “imposible y dificilísima” tarea de preservar la calidad de vida y trabajar a futuro por un Puerto Cabello mejor.
Desde las vaguadas acaecidas en esta región hace dos años la única preocupación que han tenido nuestras autoridades municipales es mantener en vigencia el famosísimo Decreto de Emergencia que les ha permitido entregar a dedo muchas obras y contratos. Del resto todo se fue al olvido.
En esas oportunidades la zona más afectada por las lluvias fue Rancho Grande. Las calles se convirtieron en verdaderos ríos, con piedras, lodo, escombros, llevándose por delante todo cuanto encontraban a su paso. Los vecinos de las áreas afectadas salieron como pudieron de sus casas a colocar barricadas para que el agua cambiara de rumbo y dejara de perjudicarles las casas.
Aún se recuerdan los días aciagos que vivieron esas personas luego que cesó la lluvia porque el polvo, el barro y el olvido gubernamental comenzaron a reinar, y aún mandan. Solamente con recorrer a cualquier hora las calles de Rancho Grande, Rancho Chico, Tejerías, Negro Primero, Polvorín y Valle Seco nos podemos dar cuenta y hasta tropezarnos con las barricadas que permanecen intactas luego de dos años de haber sido colocadas.
A todos los que tienen el poder local se les olvidó lo que había pasado y dejaron la “fiebre” de aparecer públicamente ofreciendo soluciones a los afectados por las inundaciones. A lo mejor creyeron que ya habían solucionado los problemas, pero una vez más el fracaso se les dibujó en el rostro cuando hace pocos días cayeron “dos gotas de agua” y la crisis volvió a ser la misma.
Es preciso y obligado advertir que el único funcionario local que se atrevió a salir a las calles a darle la cara a los porteños fue José Parada, presidente de Iamproam, muchos podrán señalarle muchísimos errores pero fue la única persona que salió a constatar el problema que se estaba presentando y a buscarle soluciones, una de las cuales por cierto dejó ver lo temerario de esta gestión municipal.
Me refiero a la demolición de la plazoleta que construyó el Iutepal para el mejoramiento, seguramente, de la visual de su edificación en la urbanización Rancho Grande. No es momento para discutir si el procedimiento fue bien llevado o no, o si esa es la gran solución al problema o no, sino es una ocasión propicia para exigirle respuestas al gobierno municipal.
El año pasado el grupo de profesionales cubanos que estuvo trabajando en el ya olvidado Plan de Desarrollo Urbano Local (PDUL) realizó un diagnóstico del sistema de drenajes en el centro de la ciudad y entre las conclusiones está que las tres vías de descarga de aguas están tapiadas: una que pasa por la calle Rondón y conduce a los muelles, la otra que va al Ipapc y la última que descarga al Puerto Turístico, todas fueron tapiadas para construcción de obras, una públicas y otras privadas.
Entre las recomendaciones que hicieron los cubanos estaba la demolición de estructuras para el rescate de los drenajes y la necesaria realización de labores de limpieza del sistema de alcantarillas para lo que el gobierno local, por vía de Corpopuerto, presentó al gobierno nacional una solicitud de recursos adicionales, crédito, para la ejecución de esos trabajos que eran multimillonarios. Esas gestiones se realizaron y las alcantarillas del centro de la ciudad se limpiaron.
Lo que no se hizo fue la demolición de estructuras para rescatar el sistema de drenajes del centro de Puerto Cabello, área que se inunda y se vuelve intransitable cada vez que llueve. Vista la acción rápida contra el Iutepal para agilizar el paso de agua de lluvia por la calle Plaza de Rancho Chico, es propicia la ocasión para preguntarle al alcalde Osmel Ramos y también a José Parada ¿Por qué no han hecho las demoliciones que recomendaron los cubanos para solventar la crisis en el centro de la ciudad? ¿A quién le temen? Lamentablemente para los porteños esta administración municipal no tendrá el valor para realizar esos trabajos, y ahora menos que vieron el sábado a Acosta Carles a dos asientos de Chávez. El miedo es libre.

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