martes, 5 de mayo de 2009

La verdadera vacuna es la participación ciudadana


Miedo, autocensura, abstención, negación, son algunos estados de ánimo o comportamiento que a unos cuantos gobernantes les gustaría se implantase en la gran mayoría de la población, para que no surgiera ningún reclamo o exigencia durante su gestión de gobierno.


Desde hace cierto tiempo se viene haciendo común que ante las denuncias vecinales, pronunciamientos de sectores organizados o individualidades, surge inmediatamente una voz para descalificar o humillar a quienes exigen atención y soluciones a las necesidades de las comunidades.


En algunas ocasiones esta campaña indiscriminada de agresiones logra sus propósitos y hace que la gente piense varias veces si vale la pena continuar luchando por su barrio, urbanización o gremio, desde el mismo instante en que esa duda cala en la mente aquella intención de freno alcanza su meta.


Sería iluso pensar que esas conductas tengan su origen solamente en la alta polarización que vive el país o que sigue presentándose el escenario de campaña electoral. La mayoría de las veces esos ataques despiadados contra quienes no bajan la cabeza se debe a que no se tiene gestión que mostrar, no hay obras que satisfagan las exigencias de los vecinos, y se opta por la confrontación para mantener espacios en los medios de comunicación y también para incrementar los niveles de odio que invaden el corazón de ciertos sectores.


Imaginen por unos momentos a un gobernante que escuche a la gente, que visite las comunidades, que se preocupe en solucionar las necesidades que le sean expuesta, que recorra todos los rincones de su jurisdicción, ese mandatario no tendrá tiempo para detenerse en esas nimiedades de la polémica hueca, ni en esos descalificativos que más bien desdicen de su condición de estadista, o al menos de lo que quiso aparentar cuando dijo que estaba en capacidad de asumir el gobierno.


Por el contrario, estoy seguro que ese líder se dedicaría a organizar a la población, abriría espacios para la participación ciudadana y se sentaría a escuchar a todos los sectores, pues para eso fue electo: para gobernar.


Caso contrario ocurre con el mandatario que no tiene gestión que mostrar a la población, que se ha dedicado íntegramente a las gestiones superfluas, este es el tipo de personaje a quien le fascina andar figurando en los medios de comunicación con el tema que sea: insultos, vejaciones, atropellos, más insultos, descalificaciones, todo, contra quienes no sucumben ante los mandatos del “elegido”.


Sin embargo, ese tipo de actuaciones más que elementos de convicción se vislumbran como la fachada para quien le es incómoda la participación de la ciudadanía, por lo que busca a como dé lugar la desmovilización de la gente, que se implante la apatía en el ánimo de las personas para que todo quede igual y a la población no le quede más alternativa que la resignación y el conformismo para evitar ser blanco de aquellos ataques y rabietas.


Lo peor de todo es que ese tipo de conducta se repiten por doquier “aguas abajo” en la administración pública, así vemos que a penas al “máximo” se le ocurre ofender a alguien salen sus seguidores a unirse a la descalificación y a las ofensas. Pero, no es que estén convencidos que esa conducta sea la prudente sino que buscan figurar entre los seleccionados o preferidos de aquel.


Pese a todo ese panorama, a veces oscuro, cada ciudadano tiene en sus manos la herramienta que derrumba ese propósito: la participación activa. Nadie puede quedarse en su casa haciéndose el sordo o ciego ante lo que ocurre en sus narices, hay que participar organizadamente en la búsqueda de soluciones, plantear los problemas, participar en los diagnósticos, proponer soluciones. No se debe caer en el juego de los que promueven la desmovilización. Contra esa conducta la participación es la vacuna. Llegará el momento en que se dediquen a gobernar y a escuchar a todos.
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